¿Qué sentido tiene hablar de la clase obrera en la actualidad? La vieja imagen del obrero fabril parece haberse desvanecido por completo frente a la proliferación de ocupaciones de cuello blanco, y, en la cotidianeidad, impide la construcción de una identidad común basada en sus condiciones de vida. Sin embargo, bajo cualquier diferencia particular entre los trabajadores y las labores que realizan persiste una determinada posición social, un determinado modo de relacionarse con la sociedad que no comparte la totalidad de las personas.
Ante este escenario, ¿qué nos podría decir Marx sobre las clases en la actualidad siendo un hombre blanco europeo del siglo XIX? La respuesta más sencilla y que comparte gran parte de los estudiantes de ciencias sociales es que poco o nada. Si bien los aportes de Marx son innegables para las disciplinas que lo estudian, en el mejor de los casos se le reconoce como un autor cuyas ideas fueron correctas en su momento pero que necesitan ser actualizadas. Veamos pues qué es lo que dice el autor en función de comprobar su utilidad.
Para Marx, las personas dentro del capitalismo sólo existen como “personificaciones de relaciones económicas” (Marx, 2008, p. 104): más específicamente, como personificaciones de mercancías. En términos simples esto implica que la forma que tienen las personas de relacionarse con el resto de la sociedad es a través de mercancías que poseen y llevan al mercado para su venta, ya que a través de esta acción son capaces de reproducir continuamente su propia vida. Sin embargo, en un nivel más concreto, existen dos formas posibles en que un individuo puede participar como órgano de la producción capitalista, ya sea como personificación de la mercancía fuerza de trabajo o como personificación del capital. En el primer caso, la mercancía que el individuo posee es su propia capacidad de trabajar, que busca poner en venta a cambio de un salario que le permita sobrevivir, en el segundo, son las ganancias de la producción de plusvalor lo que reproducen la vida del sujeto. Estas son las bases por las que se sustenta la existencia de las clases antagónicas del actual modo de producción, la clase trabajadora (o clase obrera o proletariado) y la clase capitalista.
Si bien Marx no nos proporcionó una definición detallada de la clase trabajadora y quienes forman parte de ella (como intentaron posteriormente autores como Nicos Poulantzas y Erik Olin Wright), el desarrollo anterior presenta los fundamentos necesarios para su correcta comprensión. ¿Quiénes pertenecen entonces a la clase trabajadora? Los individuos que actúan como personificación de su fuerza de trabajo. Y como la fuerza de trabajo no es más que el gasto del cuerpo, ya sea de músculo, nervio o del cerebro (Marx, 2008), ninguna diferencia particular entre los trabajadores respecto a su oficio afecta a su condición de clase.
Claro está que esto no significa que no existan diferencias al interior de la clase obrera. Marx era consciente de que dentro de la clase obrera existían grupos más allá de la clásica imagen del obrero industrial con el que a menudo se asocian sus planteos, como la población sobrante (desempleados, trabajadores domiciliarios, vagabundos, etc.), aquellos educados científicamente para el control de la maquinaria (Marx, 2008, p. 513) e incluso aquellos con capacidades de supervisión (Marx, 2009, p. 79). La pertenencia a la clase obrera no está determinada entonces por el oficio o las condiciones de trabajo, pues entre sus miembros existe tal diversidad que “éste trabaja más con las manos, aquél más con la cabeza, el uno como director (manager), ingeniero (engineer), técnico, etc., el otro como capataz (overlooker), el de más allá como obrero manual directo e incluso como simple peón” (Marx, 2009, p. 79).
Esto quiere decir que los miembros de la clase obrera no son simplemente los obreros manuales, sino que lo son el conjunto de los individuos que personifican su fuerza de trabajo. La clase obrera es entonces una relación objetiva que refiere a la forma general en que los individuos reproducen su vida. Puesto de esta forma, no parece que las elaboraciones de Marx se reduzcan a ser meramente un reflejo de las condiciones particulares de su época, sino que son atingentes a la actualidad en tanto expresa el modo general en que se organiza la sociedad capitalista. Más allá de cualquier transformación contingente, mientras los fundamentos de la producción capitalista sigan existiendo también lo harán las clases antagónicas que esta engendra.
¿Qué utilidad concreta tienen para los estudiantes de ciencias sociales tales formulaciones? La capacidad de empezar a reconocernos como miembros de la clase trabajadora. No se trata simplemente de que los estudiantes estemos o debamos estar alineados ideológicamente con los intereses de los trabajadores, sino que somos de la misma clase por nuestro rol en la sociedad. Aun cuando muchos de nosotros no han vendido su fuerza de trabajo, la totalidad del estudiantado está actuando en su personificación. Más específicamente, los estudiantes sólo por el hecho de serlo se encuentran en un proceso de producción de una mercancía, la fuerza de trabajo calificada. Tal actividad no tiene como objetivo sino la venta de tal capacidad de trabajo en el futuro para vivir de ello. En resumen, por el sólo hecho de ser estudiantes nuestro vínculo con la sociedad ya está determinado, y con ello, nuestra posición de clase.
Es más, la fuerza de trabajo que estamos produciendo requiere de la formación de una conciencia científica para nuestro desempeño profesional. Esto nos da las capacidades necesarias para reconocer en detalle nuestra condición de clase, a diferencia de otros segmentos de la clase obrera.
Por ello, no hay necesidad de creerle a Marx como si esto fuera una cuestión de fe. Nuestro diagnóstico del capitalismo y el reconocimiento de nuestra pertenencia a una clase no requieren más fundamento que el análisis de nuestras condiciones reales de existencia. Marx avanzó en esa senda y nos dejó aportes de inmensa utilidad, sin embargo, la tarea de explicar detallada y explícitamente la existencia y la relación entre las clases nos queda a nosotros. Por ello se vuelve necesario aprovechar el conocimiento científico que estamos formando para estudiar el tema de forma más concreta que lo aquí expuesto, ya que el primer paso para organizar nuestra acción política debe ser el reconocimiento de nuestra objetiva posición de clase.
Marx, K. (2008). El capital: crítica de la economía política. Tomo 1. Siglo Veintiuno Editores.
Marx, K. (2009). El capital: Capítulo VI (Inédito). Resultados del proceso inmediato de producción. Siglo Veintiuno Editores.