Durante las últimas décadas la historiografía nacional ha profundizado en los actores populares del siglo XIX, distanciándose del pensamiento conservador y marxista. Por un lado, para historiadores como Alberto Edwards, Francisco Antonio Encina, Jaime Eyzaguirre y Gonzalo Vial, estos fueron años de un progresivo deterioro moral dado el debilitamiento del poder político del sector más encumbrado de la aristocracia del Valle Central. Por otro lado, para historiadores como Hernán Ramírez Necochea el periodo en cuestión es una suerte de prehistoria del movimiento obrero del siglo XX, delimitando una estricta línea divisoria entre el artesanado urbano previo y el proletariado posterior a la Guerra del Pacífico.
A propósito del esfuerzo revisionista, la tesis central del historiador Sergio Grez se puede resumir en el siguiente párrafo: en una típica economía “Laissez Faire”, con bajas barreras arancelarias y tributarias, con un sistema político excluyente, abandonante y dictatorial y al interior de un orden social que retrotrae las jerarquías tradicionales del periodo colonial, los grupos emergentes del artesanado urbano, sumado a los obreros tipográficos, marcan el inicio de la organización popular y, por consiguiente, la primera experiencia autónoma y contestataria respecto de la economía, la política y la sociedad imaginada por la aristocrática. En este libro, el siglo XIX es estudiado en función de estos tres aspectos (economía, política y sociedad), tras los cuales se disputan los intereses de los distintos sectores, evidenciando el agotamiento de la alternativa autoritaria y, en consecuencia, la opción hacia el proteccionismo y el liberalismo popular. El notorio esfuerzo de Grez por integrar a esta tesis un detallado trabajo de balance historiográfico, permite nutrir esta vasta investigación con los estudios de historiadores como Mario Garcés, Fernando Venegas, Julio Pinto y María Angélica Illanes, mostrando el apoyo realizado por la asociación popular al surgimiento de los primeros sistemas educacionales, sanitarios y laborales en favor de los trabajadores.
A propósito de la tesis central, el libro muestra diferencias con la historiografía conservadora. En su interpretación, el transcurso del siglo XIX no refleja una crisis ética o moral por el debilitamiento del Estado Portaleano, sino precisamente lo contrario. Con una aristocracia especialmente cruel en el proceso de proletarización y disciplinamiento del pueblo llano -cuestión inexistente en la historia tradicional- la organización popular permite que el país se dirija hacia horizontes de laicización, democratización y justicia social. Conviene destacar en este sentido que la historia chilena reflejada en el libro está atravesada por la violencia política. Tomando distancia de las tesis conservadoras que tienden a observar en nuestra vida republicana un ejemplo latinoamericano de resolución democrática e institucional de los conflictos, lo cierto es que a la asociación popular se le enfrento con balazos y bayonetazos en todo el siglo XIX. Esto se refleja no solo en la cruda represión sufrida en manos de los gobiernos conservadores (1831-1861), sino también en las sucesivas guerras civiles (1829, 1851, 1859) y en los incontables golpes de timón al interior de los gobiernos en favor de las familias aristocráticas.
A su vez, este libro toma distancia del revisionismo marxista. La famosa “Historia del movimiento obrero en Chile” del historiador Hernán Ramírez Necochea centraliza los esfuerzos organizativos y políticos luego de la Guerra del Pacífico, dadas las transformaciones en la estructura social y, por consiguiente, gracias exclusivamente al surgimiento del proletariado minero. En cambio, la obra de Grez sugiere a lo menos tres aspectos de continuidad de la organización popular decimonónica para los trabajadores del siglo XX. En primer lugar, reafirma aquella tesis del marxismo clásico, la cual sugiere que las condiciones materiales de existencia permiten el surgimiento y maduración de una conciencia de clase obreril, siendo evidencia el vínculo entre el cuerpo enfermo y la solidaridad laboral que caracterizó al mutualismo chileno. En segundo lugar, la necesidad de moralizar y educar a los artesanos y tipógrafos mutualistas. Lo cierto es que las percepciones aristocrático-portalianas del periodo les asociaban con la vagancia, el alcoholismo, el vicio por el juego, la prostitución y el analfabetismo. Las asociaciones laborales decimonónicas colaboraron con modificar dichos estigmas, permitiendo que el trabajador gozara de una mayor formación y, por ende, valoración social. Por último, hay continuidad política entre las agrupaciones del siglo XIX y XX. La historiográfica marxista, en la versión clásica y militante de Ramírez Necochea, sitúa en las organizaciones clasistas del siglo pasado como las sociedades mancomunales, de resistencia y sindicales a las primeras orientaciones políticas de la izquierda chilena, otorgando un valor menor a las sociedades de socorros mutuos. En cambio, para Sergio Grez las mutuales fueron las agrupaciones en que surge y se consolida la opción al binominalismo derechista y elitista. Importante es el capítulo en que rescata al “Partido democrático”, formado en 1887 por trabajadores mutuales y del que se originarán los primeros cuadros del otrora Partido Obrero Socialista.
Un libro extenso (con más de 800 páginas) y tremendamente revelador del pueblo chileno en las primeras décadas de independencia republicana. Quisiera destacar al menos un elemento de problematización, el cual consiste en su profundidad historiográfica. Por un lado, es positiva, dada la riqueza de datos y fuentes económicas, políticas y sociales, pero, por otro lado, en algunos pasajes se torna en exceso pesada, lo que sugiere un valor en tanto recurso o fuente de investigación profesional (preferente en estudios de posgrado) más que meramente literaria. Aunque también puede que este aspecto refiera, en último término, a la diferencia entre la sociología, acostumbrada a los grandes relatos y problemas, y la historia, que debe encargarse del detalle de las trayectorias de los actores y sus agrupaciones políticas.
Espero que este sea un comentario que les haya advertido de la importancia de esta obra y en algunos despierte el interés por el análisis en torno a la historiografía nacional, en este caso, por Sergio Grez, académico e investigador de nuestra universidad y perteneciente a la denominada “Nueva historia social”.