En los últimos años ha abundado en el vocabulario político el uso de diferentes conceptos para caracterizar a los nuevos movimientos de ultraderecha en el mundo, algunos de ellos como movimientos aliberales, neofascistas, postfascistas, nuevas derechas, derechas radicales, extremas derechas. Como vemos la gran mayoría de estos conceptos aluden al temido fascismo. Esto resulta interesante, ya que asumen qué es exactamente este concepto o que incluso ya habría sido superado. Pero ¿podríamos afirmar con claridad en qué consiste? o ¿cuál es la naturaleza del fascismo?
Esta interrogante es la que pretende responder este ensayo, analizando el fenómeno desde el marxismo, pero particularmente desde el pensamiento de León Trotsky.
El autor de este texto es el economista y político belga Ernst Mandel, conocido por ser uno de los más destacados pensadores de la IV Internacional, esto puede llevar a pensar que funciona más bien como un texto panfleto dedicado a defender el pensamiento de Trotsky, pero sus argumentos y matices permiten pensar lo contrario.
Particularmente este texto se escribe posterior al fragor de las movilizaciones de 1968, en donde Mandel fue un actor relevante en la formación política de jóvenes de la Juventud Comunista Revolucionaria (JCR) y también en acciones como en la denominada noche de las barricadas de París (10 de mayo de 1968). Sin embargo, esta participación terminó por excluirlo. Inicialmente se le negó la entrada a EEUU, posteriormente Francia y Australia, llegando a su corolario en 1972 cuando después de haber sido invitado como profesor para tomar una cátedra de la Universidad Libre de Berlín, el gobierno de Alemania Federal intervino para revertir la decisión y expulsar a Mandel del país. Justo en el tránsito de esas dos épocas de su vida es que este ensayo sale a la luz (De Jong, 2023).
1.- Contenido del texto
El autor parte haciendo un diagnóstico de cómo ha sido analizado el fenómeno, en donde ha predominado el análisis político por sobre el científico, cuya principal motivación ha sido la idea en que a medida que mejor se conozca el fascismo, mejor se le podrá combatir. Sin embargo, estos intentos fueron en vano porque estos movimientos se fueron desplegando y desarrollando al menos veinte años antes de los primeros análisis, incluso habiendo alcanzado el poder. Es por esto que el autor señala que la historia del fascismo es al mismo tiempo la historia de cómo se ha analizado.
En este contexto el autor plantea la primera tesis del libro, señalando que el método más correcto para el análisis del fascismo es el marxista, entregando dos razones. Por un lado, su carácter totalizante que permite analizar a la sociedad en su conjunto de forma interconectada (economía, política, etc.). Por otro lado, permite distinguir aquellos elementos que son estructuralmente relevantes como la estructura social. Sin embargo, Mandel es crítico de las formas en que las diferentes corrientes marxistas han interpretado el fenómeno del fascismo.
En primer lugar, la Socialdemocracia afirmó que el surgimiento del fascismo era producto de la agitación bolchevique movilizando el temor de la sociedad, es decir, el fascismo es el castigo por la amenaza de revolución. Para Mandel ignoran que el fracaso de la democracia parlamentaria es lo que ha llevado al surgimiento de estos movimientos. Los dos principales problemas de esta perspectiva es que primero plantean que actuar en defensa de la legalidad permite frenar al fascismo, aunque esto en realidad implica defender las leyes e instituciones creadas por la burguesía. Además atribuyen como causa principal del fascismo a la crisis económica, cayendo en la falacia de creer que sin crisis estos movimientos desaparecen, relegando lo estructural a lo coyuntural.
En segundo lugar, la Tercera Internacional entendió al fascismo de diferentes maneras según la coyuntura política. Algunas de sus tesis fueron señalar que el fascismo era la expresión del interés de los monopolios (ignorando su carácter de movimiento de masas). Posteriormente, se afirmó la gradual fascistización de la República de Weimar, para finalmente plantear la tesis del socialfascismo que señalaba que era necesario vencer a la socialdemocracia para derrotar al fascismo. Cada una de estas tesis fueron cayendo hasta que en 1935 se produce el giro hacia la conformación de Frentes Populares. A finales de la guerra se optó por aceptar la definición de Jorge Dimitrov en que el fascismo era la suma de capital financiero y terror, aunque sigue siendo una definición vaga.
En tercer lugar, se encuentran un grupo de pensadores que pertenecen a la Escuela de Frankfurt, en donde pensadores como Max Horkheimer reducen al fascismo como una expresión del capitalismo, mirada que tiene su origen en las ideas de Rudolf Hilferding, quien señalaba que la centralización del poder del Estado era producto de la centralización del capital. Sin embargo, la centralización del poder del Estado no se produce sin que la burguesía renuncie al poder político, y este nuevo fenómeno representa la forma más aguda de la crisis de la sociedad.
Con estas críticas, el autor permite introducir cuál a su juicio es la mejor perspectiva del fascismo dentro del pensamiento marxista, la de Leon Trotsky.
De acuerdo con la interpretación del autor, Trotsky identifica diferentes características en el fascismo, pero el argumento se podría sintetizar que es un movimiento de masas que surge en un periodo de crisis estructural del capitalismo denominado como crisis de reproducción del capital, al impedir la acumulación “natural” del capital. Esto provoca un aumento del conflicto político y social que crea un clima en que tanto fuerzas revolucionarias como contrarrevolucionarias pueden triunfar, su éxito depende del apoyo de las clases y organizaciones sociales.
En este sentido, los movimientos fascistas necesitan del apoyo de la pequeña burguesía que se enfrenta a la desesperación económica (inflación, quiebras de empresas, alza del desempleo) y terror frente a la violencia y conflicto social creciente. A pesar de que pueden existir características de sus mensajes políticos como el nacionalismo extremo y la demagogia anticapitalista[1], lo central es la relación entre las clases que permite su consolidación como movimiento y alcanzar el poder. En este contexto de crisis, la llegada al poder de estos movimientos se produce cuando la dominación burguesa existente a través de un sistema democrático es incapaz de asegurar esa dominación, al no asegurarse un equilibrio entre fuerzas económicas y sociales, lo que provoca que la burguesía renuncie a ejercer directamente el poder político para provocar una reorganización del poder que permita asegurar sus intereses. Esto último permite el asalto al poder del Estado, pero para asegurarlo es necesario la destrucción de las organizaciones obreras que puedan funcionar como un contrapeso de poder, y se logra violentando, desalentando y desmoralizando a la clase obrera.
Cuando los movimientos fascistas logran este objetivo, el movimiento se funde con el aparato del Estado. Asimismo se produce un giro en el discurso político, al traicionar a la pequeña burguesía con el aseguramiento de condiciones económicas favorables para la burguesía. Así el fascismo cumple la función histórica de asegurar con la violencia la reproducción del capital, pero al ser incapaz de entregar una respuesta exitosa a la crisis económica, conduce al Estado al conflicto militar exterior. Esta respuesta deteriora el rol de la pequeña burguesía en la economía y favorece la concentración de capital. Esto muestra que la dictadura fascista es diferente al movimiento de masas inicial, al defender los intereses del gran capital nacional. La consecuencia es que se produce una disminución de la base política y social, transformando a los militantes que quedan en un apéndice de la policía. En este punto, el fascismo deriva en una forma particular de Bonapartismo.
Esto último, diferencia el análisis de Trotsky de otros pensadores marxistas como August Talheimer y Otto Bauer, quienes a pesar de incorporar la categoría bonapartismo en sus análisis, utilizan ese concepto de obra de Marx sin reconocer la particularidad histórica del fascismo, como la crisis estructural del capitalismo en países como Alemania entre 1929-1933 o Italia entre 1918-1927. Sin embargo, el intelectual ruso incorpora algunas de sus ideas como el rol de la pequeña burguesía o la eliminación de toda organización obrera.
2. - Críticas y aciertos del texto
Con esta explicación, Mandel hace una crítica a la perspectiva liberal que analiza este problema enfatizando únicamente en los elementos del discurso político que definen a estos movimientos y partidos. Este tipo de análisis tiende a elaborar una lista de características (rechazo de la democracia liberal, anticomunismo, racismo, etc.) y en la medida que uno o más de ellos se cumplan, un movimiento puede ser considerado fascista. Hasta cierto punto, este es el error de Umberto Eco (2019) al elaborar 14 características puras, que permiten identificar lo que el autor llama ur-fascismo o fascismo eterno. Este texto cae en el error de no considerar la relación entre diferentes grupos y clases sociales, que son clave para entender el éxito de estos movimientos. Asimismo, al realizar una categorización de lo que define al fascismo asume que es una ideología monolítica, pero ¿el fascismo es una ideología política en el sentido convencional? A pesar de lo anterior, es importante reconocer que Eco (2019) plantea un interesante punto de análisis al señalar que a pesar de que estos diferentes movimientos (nazi, fascista italiano, ustacha, etc.) no sean exactamente iguales existen elementos comunes que permiten agruparlos. Esto implica no sólo entender el discurso político, sino que los fundamentos de esa forma de pensar, como por ejemplo cuando menciona que estos movimientos se caracterizan por el irracionalismo y rechazo a la modernidad pero no a la modernización (técnica). Esta observación, que pretende no estudiar a la política, sino que a la cultura también se encuentra en el pensamiento marxista, como es el caso de Lukács (1968), pero en que en el análisis de Mandel (2011) no se encuentra presente.
Por otro lado, los análisis liberales actuales tanto a nivel intelectual como mediático, han creado conceptos clasificatorios para analizar diferentes perspectivas políticas. A nivel mediático se ha popularizado el concepto de ideologías colectivistas, con esto pretenden señalar intencionalmente al fascismo y al marxismo como algo similar, argumentando la existencia de un partido único, la supresión de las libertades individuales y el control del Estado en todos los espacios. Esta argumentación carece de fundamento en varios puntos. En primer lugar, cae en el error nuevamente de clasificar a los movimientos políticos por su discurso, ignorando las estructuras y relaciones de clase que le subyacen. En segundo lugar, al ser una categoría acomodaticia a su discurso político, cae en el absurdo de considerar como similares al liberalismo y al anarquismo sin considerar sus diferencias en torno al rol del Estado o a las relaciones de propiedad, al punto en que esta clasificación permite considerar al liberalismo y al anarquismo como “ideologías de derecha” cuando este último es un movimiento anticapitalista.
Esto me permite introducir el tercer punto, a mi juicio más grave, que es considerar que el fascismo y marxismo despojan de poder al individuo para concentrarlo en el Estado. En este punto se confunde la intervención estatal de la economía con la intervención sobre el sistema político y sociedad civil. Tal como argumenta Mandel en su ensayo, cuando el gobierno de Roosevelt creó el New Deal o incluso el Fair Deal de Truman, la burguesía norteamericana protestó argumentando un “creeping socialism”. Esto muestra el absurdo de considerar al estatismo (entendido como creación de obra pública e intervención económica) como fascismo, llegando al absurdo de relacionar al New Deal o incluso a Keynes con estos movimientos. Incluso, si se extrema el argumento se podría considerar a los Estados de Bienestar Europeos como herederos del fascismo, lo que es absurdo. Todo este mal razonamiento se contradice al señalar que por ejemplo, EEUU que es un Estado casi completamente Keynesiano y con gran cantidad de deuda pública, pueda ser considerado fascista, lo que permite preguntarnos es si ¿acaso Trump con sus políticas arancelarias y contrarias al libre comercio se le puede considerar fascista también?
En esta línea, en el quinto capítulo del libro, el autor pretende desmontar el mito de que el fascismo interviene activamente en la economía, eliminando el libre mercado. El autor expone que durante el régimen fascista alemán el capital de todas las sociedades anónimas alemanas pasó de 18,75 mil Reichsmark (RM) en 1933 a 29 mil en 1942, pero al mismo tiempo esto se produjo con una gran desaparición de estas sociedades, concentrándose en menos manos, mientras en 1938 existían 9.148 ya en 1942 sólo quedaban 5.440. En el caso de las organizaciones de la economía alemana (como por ejemplo las Reichsvereinigungen) éstas eran dirigidas por grandes grupos económicos alemanes como Mannesmann, August Thyssen Huette o Siemens[2].
Por último, Mandel expone dos casos de corrupción entre el aparato estatal con la empresa industrial Flick. En el primer caso se privatizaron empresas públicas a un menor precio que el del mercado, como es el caso de la Machinenfabrik Donauwoerth GmbH creada por el ejército. En el segundo caso se muestra un contrato firmado el 4 de mayo de 1940 en que el Estado pagó sobreprecios por la producción de material militar a Flick, desembolsando un 35% más del precio estimado.
Sin embargo, la perspectiva de Mandel también tiene elementos que merecen ser criticados. Al enfatizar el vínculo entre grupos y clases sociales y relegar los elementos del discurso a segundo plano se le abre la puerta a otras interpretaciones del fascismo que probablemente rechazaría el autor. Tomando como referencia la la definición de desarrollo en Dependencia y Desarrollo en América Latina:
se considera al desarrollo como resultado de la interacción de grupos y clases sociales que tienen un modo de relación que les es propio y por tanto intereses y valores distintos, cuya oposición, conciliación, o superación da vida al sistema socioeconómico (Cardoso y Faletto, 1982, p.18)
A partir de esto surge la pregunta ¿se podría considerar al fascismo como un modelo de desarrollo? Esta es una pregunta completamente legítima en los términos que ha sido definido el fascismo, ya que tal como expone Trotsky, el fascismo funciona como una reorganización del capitalismo en un momento de crisis, es decir, el fascismo no crea un nuevo modo de producción, sino que redefine la relación entre Estado-mercado-partido/movimiento.
Esta pregunta implica considerar cómo se aplica el concepto fascismo en América latina. Sin embargo, Mandel en su ensayo es tajante, a pesar de que pueden existir movimientos autoritarios en el tercer mundo, es incorrecto catalogarlos como “fascistas” por su estética o discurso. En este tipo de países dominados por el gran capital extranjero y por el imperialismo, existen movimientos que a pesar de que en su discurso político utilicen el nacionalismo extremo o incluso el antisemitismo, en realidad son utilizados por las burguesias nacionales para enfrentar su dependencia. Tal como indica la definición de Trotsky lo importante es la relación entre las clases, y precisamente estos movimientos se enfrentan al capital extranjero promoviendo la organización obrera (muchas veces cooptada). Un ejemplo que entrega Mandel es el Peronismo, que en vez de atomizar a la clase obrera, ha promovido su sindicalización y la creación de la CGT, además de enfrentarse a los intereses del capital nacional. Sin embargo, esta explicación sólo considera la especificidad latinoamericana, pero ¿podría representar el fascismo un modelo de desarrollo en las potencias centrales?
Conclusiones
El ensayo de Mandel cierra haciendo reflexiones sobre el uso del concepto fascista en el contexto de los años 60´s, indicando que a pesar de su uso extendido es innecesario. Señala que las condiciones históricas que provocaron su origen ya no existen, la pequeña y gran burguesía no prefieren apoyar a un movimiento de masas para que se enfrente a movimientos insurreccionales, prefieren mandar a la policía. El autor sugiere preocuparse de la lucha contra la reducción de los derechos de los trabajadores. Incluso se atreve a señalar que “La próxima ola en Europa será de izquierda y de extrema izquierda: esto aparece netamente leyendo el sismógrafo de la juventud” (Mandel, 2011, p.71).
Poco tiempo después, las cosas cambiarían. El 22 de Junio de 1973, en París se convocó a un mitin en el Palais des Sports por el movimiento de Extrema Derecha Orde Nouveau bajo la consigna “Halte à l’immigration sauvage” (Alto a la inmigración descontrolada). Frente a esta convocatoria el partido trotskista Ligue Communiste organizó una movilización masiva que terminó en grandes enfrentamientos[3] y que llevó al gobierno francés a optar por disolver ambos partidos. Todos creyeron que la amenaza de la extrema derecha había desaparecido, y que su discurso no haría sentido a las masas. Muchas décadas después, en 2024 el partido de extrema derecha anti-migración Agrupación Nacional, liderado por Le Pen, alcanzaba una victoria histórica obteniendo 143 escaños del parlamento. Como vemos, los discursos anti-migración existían en la ultraderecha de 1970 y en 2025 pero con diferente éxito ¿qué cambió? probablemente elementos estructurales, como por ejemplo una crisis económica.
[1] Mandel aclara que es un tipo particular de demagogia que ataca al poder de los bancos y a los grandes almacenes, sin cuestionar la propiedad privada ni el poder de grandes empresas
[2] Todas estas empresas actualmente existen, y son grandes grupos económicos industriales alemanes
[3] Aún existen registros en internet de esos enfrentamientos
Referencias
Cardoso, F. & Faletto, E. (1982). Dependencia y desarrollo en América Latina. Siglo XXI.
De Jong, A. (05 de abril de 2023). Ernest Mandel fue uno de los grandes pensadores marxistas del siglo XX. JACOBIN LAT. https://jacobinlat.com/2023/04/ernest-mandel-fue-uno-de-los-grandes-pensadores-marxistas-del-siglo-xx/
Eco, U. (2019). Contra el fascismo. Lumen
Mandel, E. (2011). El Fascismo. AKAL
Lukács, G. (1968). El asalto a la razón. Grijalbo