En el marco de la reciente polémica sobre el lanzamiento de la línea de ropa de Ropero Paula, Prima Solar (2024) comentó en sus historias de Instagram:
“Entiendo que en los últimos años la gente se cansó porque había “mucha inclusión forzada” (…), pero ahora nos fuimos al otro extremo. No puede ser que en la publicidad actual todo sean rubias, flacas y cuicas. La gente de clase media no existe (…). Con el tiempo nos han ido borrando de los espacios y eso preocupa”.
El controvertido comentario de la influencer chilena fue popularizado en distintas plataformas, criticado y aplaudido por diferentes sectores de las redes sociales, y la polémica se centró en el comercial de Falabella y los audios filtrados de Ropero Paula, perdiendo el trasfondo del mensaje de Prima Solar. No puedo evitar preguntarme, ¿estamos, como sociedad, atravesando una involución cultural? ¿Es esto un regreso imponente de los valores tradicionales? Y lo que, personalmente, me resulta más preocupante: ¿es este un fenómeno nacional o es un reflejo de un conflicto global?
Las sociedades del siglo presente están ineludiblemente atravesadas por los movimientos feministas de sus primeras décadas. Hablamos de aquellas manifestaciones de inicios de centuria, de las nuevas concepciones sobre el género, el cuerpo y la sexualidad, entre otros cambios de paradigma que irrumpieron este siglo XXI. Si bien estas discusiones no encuentran sus inicios en esta oleada, el protagonismo que obtuvieron fue único. Las formas de hacer política, cultura, y la vida social cambiaron: desde liderazgos femeninos en la cabecilla de proyectos políticos -históricamente masculinizados, como es el caso de Estados Unidos o México-, e inclusión de temáticas de género en las agendas públicas -como políticas referentes a disidencias sexuales-, hasta el “body positive” o “girl power”. El tema está en la palestra y, de una forma u otra, se está tratando.
En las últimas décadas, y particularmente en Chile, el advenimiento del feminismo no fue fácil. Se construyó peldaño a peldaño, hasta que se consiguió una solidez lo suficientemente fuerte para ser considerado movimiento. De vez en cuando me gusta recordar que antes de las multitudinarias marchas del estallido social del 2019, estuvieron las marchas feministas del 2018, las cuales, a mi juicio, fueron factor fundamental en la apertura de calles para aquel octubre. Asimismo, cabe señalar que varias de aquellas manifestaciones no estuvieron libres de violencia, y antes de tener un gobierno que se denomina abiertamente “feminista” -aunque esto puede ser cuestionado-, nos llenaron las calles de sangre cuando demandamos respeto a nuestros derechos.
Sin embargo, ha ocurrido lo que socialmente se conoce como “washing”: la cooptación del movimiento por parte del sistema capitalista, quien lo modifica y utiliza a su favor. Así, poco a poco, las consignas feministas pasaron de pancartas a poleras estampadas, de rayados en pechos a libretas en oferta, y de manifestaciones a negocios. El movimiento feminista no se ha vendido, pero no debemos dudar de que hay quienes quieren triunfar mediante él, económica, social, cultural y políticamente, sin realmente atenerse a sus principios.
En este marco, las redes sociales no se han quedado al margen. Las famosas tendencias de TikTok, aceleradas en su naturaleza, recogen una serie de conflictos, los conjugan con prendas y accesorios, y los convierten en un trend. Aquello, a pesar de su apariencia superficial y frívola, no deja de ser un interesante objeto de estudio al cual debemos prestar particular atención. Dentro de este devenir de tendencias, resurgieron algunas que varios años intentamos sepultar: la idolatría a la delgadez, que se reafirma en el low rise y el hip walk trend, la hegemonía del blanco y la distinción social, enmarcada en el estilo old money, etcétera. La “clean girl” de las redes sociales, no es únicamente una aesthetic, si no que igualmente es una estética de orden, disciplina y exitismo, así como un consumismo aspiracional. El comeback del Victoria’s Secret Fashion Show no surge de la nada, si no que viene acompañado del resurgir de una serie de elementos constitutivos de un orden cultural previo. No es que en algún momento nos hayamos librado de los cánones de belleza, siempre estuvieron ahí, con los vasos Venti de Starbucks o inclusive con los women’s power suits. Sin embargo, hoy sentimos estas tendencias un poco más fuertes, las vemos de forma más seguida y esto nos adentra, como dice Prima Solar (2024), en este “futuro cada vez más aterrador”.
Este fenómeno de regresión valórica a los principios tradicionales ya ha ocurrido en Chile, Messner y Scholz (1999) lo adjudicaban al régimen dictatorial, y el cómo las formas socioculturales de los 80’ y 90’ buscaban sepultar, por ejemplo, los idearios de emancipación cultural, fundamentos postulados por los movimientos feministas, y la valoración de la “cultura popular”, entre otros. En esta misma línea, resulta de interés analizar si este fenómeno guarda o no relación con el auge de ultraderechas en los últimos años, a nivel global, como, por ejemplo, en Europa o Estados Unidos.
Lo que sí es claro, es que no es una regresión total, ya se abrieron discusiones que serán imposible cerrar, y hay temas que difícilmente serán obviados nuevamente. Pero, como bien señala Prima Solar, existe una exclusión de género, de cuerpos, de formas de existir no hegemónicas, que van más allá de lo estético. Y, en palabras de la influencer:
“No se trata solo de quién aparece en un anuncio, sino de la manera en que, poco a poco, ciertos cuerpos, identidades y realidades son borrados de los espacios públicos (vean quien ganó el miss universo). Esto no solo afecta cómo nos vemos representados, sino también cómo nos percibimos sociedad (…)” (Prima Solar, 2024).
Sabemos que este fenómeno ha ocurrido antes, y posterior a él surgió la oleada del 2018. Por lo mismo, no debemos asumir una derrota. Al contrario, es en estos momentos donde la resistencia se hace más necesaria, la resistencia colectiva, de apoyo mutuo. Tal vez debemos recordarnos cuál es la sociedad a la que aspiramos, qué elementos socioculturales de hoy debemos prontamente erradicar, cómo cooperar en dicha construcción -de forma individual y social-, y, en este mundo digitalizado, a quién dar nuestro like (el mío se lo di ayer a Prima Solar).
Referencias
Messner, D. y Scholz, I. (1999). Sociedad y Competitividad en Chile. En K. Esser (ed.), Competencia global y Libertad de Acción Regional. Nueva Sociedad, Costa Rica.
Prima SOLAR [@laprimasolar]. (s.f.) Stories. Instagram. 18 de 2024.